Las afecciones dermatológicas suelen tener gran impacto en la percepción de la salud y afectar considerablemente la autoestima, por lo que son constante motivo de preocupación.
La Rosácea es una condición inflamatoria crónica de la piel que afecta aproximadamente a un 5% de la población mundial y es reconocida por cursar con “brotes” asociados a la dilatación de los vasos sanguíneos del rostro, dando lugar a enrojecimiento transitorio y la aparición de lesiones similares a las del acné, aunque sin los típicos comedones. Es una condición más frecuente en pacientes con pieles claras (Fototipos I y II) de sexo femenino, aunque en el hombre se suelen observar presentaciones más agresivas.
Aunque se desconoce su origen exacto, se ha asociado a alteraciones genéticas, inmunológicas y de la microbiota de la piel, responsables por una mayor predisposición a la hiperactividad vascular, siendo común la aparición de enrojecimiento en la frente, nariz, mejillas o el cuello, aunque en ocasiones se pueden presentar también complicaciones oculares (Ej: Irritación ocular, Fotofobia), así como episodios de ardor o aumento de volumen y grosor de la piel, entre otras.
Si bien la Rosácea no posee cura definitiva, el objetivo de las intervenciones terapéuticas consiste en aumentar el periodo entre brotes, siendo importante el diagnóstico de un especialista para definir si se requiere un abordaje farmacológico específico, el cual se deberá limitar a los plazos que éste determine, ya que no están exentos de efectos adversos y complicaciones. Lo mismo aplica para las intervenciones estéticas, como las terapias con láser. A nivel de Farmacia, diversos productos dermátologicos con ácido azelaico han demostrado beneficios, derivados de sus efectos queratolíticos y antimicrobianos, siendo razonablemente eficaces en pacientes con signos leves o moderados.
Por otro lado, un adecuado cuidado de la piel y la implementación de hábitos de vida que favorezcan su integridad permitirá evitar los brotes por periodos prolongados, por lo que será importante que el paciente reconozca los factores que los desencadenan, entre los que destacan la radiación solar y temperaturas elevadas, el consumo de alcohol o alimentos picantes, el ejercicio físico de alta intensidad, las situaciones de estrés o ansiedad, las alteraciones hormonales, y el uso de ciertos medicamentos (Ej: vasodilatadores), así como la aplicación de determinados productos cosméticos cuyas propiedades podrían favorecer la aparición de lesiones.
LUIS GONZÁLEZ BURGOS
Químico Farmacéutico, Ms. Tox. Escuela de Medicina Universidad de Magallanes