El retorno a la vida laboral o escolar posterior a las vacaciones suele ser un periodo de alto desgaste físico y mental, ya que dar la bienvenida a nuevos desafíos en diversos ámbitos y el proceso adaptativo que requiere organismo puede repercutir negativamente en la salud.
Frente a este escenario de estrés el sistema nervioso tiende a ser uno de los primeros afectados, expresándose mediante algunos síntomas tempranos como cansancio excesivo, ansiedad, insomnio o dificultad para concentrarse, lo que lleva a muchos pacientes a consumir una serie de suplementos alimenticios, bajo la premisa de que actuarían como promotores del rendimiento.
El conocimiento de las funciones que muchos nutrientes desempeñan en el sistema nervioso se encuentra hoy en día bien respaldada, reconociéndose que, por ejemplo, en el Complejo B o la Vitamina C hallamos cofactores esenciales para producir neurotransmisores (necesarios para mantener funciones cognitivas y de balance del estado anímico, entre otras) y colaborar en variados procesos metabólicos, reduciéndose rápidamente sus niveles frente a condiciones de alta exigencia intelectual. Por su parte, minerales como el magnesio, ácidos grasos omega 3 como el DHA, o aminoácidos como la Tirosina, son de interés por su papel estructural y funcional en el sistema nervioso.
Sin embargo, existe un trecho entre el rol biológico de estos nutrientes y el real aporte de consumir suplementos alimenticios o complejos de vitaminas sin tener claridad de la existencia de un déficit puntual, de ahí a que primero se debe analizar si la dieta del paciente está siendo capaz de entregar un aporte de nutrientes suficiente, ya que la ingesta excesiva de nutrientes no produce mayores beneficios una vez alcanzados los requerimientos diarios, e incluso en algunos casos puede generar efectos adversos, haciendo ineficaz la suplementación.
Así, es importante recordar que antes de utilizar suplementos sin control o modificar de forma brusca los patrones regulares de alimentación será relevante definir la verdadera necesidad de hacerlo e idealmente seguir los consejos de un profesional de la salud que pueda orientar su uso de acuerdo a las condiciones individuales del afectado, con tal de descartar la existencia de patologías que puedan ser responsables por la sintomatología evidenciada, aplicar ajustes en la dieta y del estilo de vida que favorezcan el descanso y la reducción del estrés, o posteriormente, y solo de ser necesario, indicar y dosificar apropiadamente la suplementación con nutrientes específicos.
Por LUIS GONZÁLEZ BURGOS
Químico Farmacéutico, Ms. Tox., Escuela de Medicina Universidad de Magallanes