La profesional analiza el difícil periodo que han vivido las mujeres durante la pandemia, donde se han incrementado las desigualdades e inequidades sociales que deben enfrentar en múltiples dimensiones. Entrega recomendaciones para ir superando el duro periodo de crisis desde la salud mental».
Las mujeres cumplen múltiples roles, y aunque trabajen fuera de casa, en general siguen manteniendo responsabilidades vinculadas al cuidado de hijos o familiares, realizan tareas domésticas y además tienen la necesidad de generar recursos económicos.
Se ha constatado y difundido ampliamente que la pandemia las afectó en especial a ellas, porque en su mayoría poseen empleos precarios, sin contratos, y un gran porcentaje quedó cesante ante la crisis económica derivada del Covid-19. Los motivos varían: reducción de personal, es más “económico” despedirlas, el rubro no pudo seguir funcionando, o debieron renunciar para quedarse en casa cuidado a los hijos, que no tenían clases presenciales.
Todo lo anterior es un breve resumen de lo que han vivivo muchas mujeres, con la consecuente angustia y estrés.
En la presente entrevista, la psicóloga Daniela Vásquez, profundiza en aspectos que pueden guiar y entregar recomendaciones a las mujeres para abordar este difícil periodo desde la salud mental.
`¿Qué sentimientos, pensamientos o reacciones psicosomáticas en mujeres son comunes de presentar ante una situación tan extrema y díficil como ha sido la pandemia con las consecuencias sociales y económicas?
–“Sin duda la pandemia es un fenómeno que nos ha afectado de manera transversal. Desde la incertidumbre que nos generó desde sus inicios y que se mantiene en la actualidad, hasta la aparición de sintomatología específica y correspondiente a trastornos psicológicos y psiquiatricos concretos. La ansiedad y la angustia surgen como una consecuencia del confinamiento, presentando múltiples formas de expresión: Sensación de sentirse agobiado, hiperalerta, insomnio, aumento y disminución de la ingesta de alimentos, aumento de tabaquismo, drogas y alcohol, cansacio crónico, ataques de pánico, llanto recurrente, entre muchos otros.
Entre los síntomas asociados a lo social se encuentra la sensación de desamparo, de perder redes de apoyo y espacios de socialización que eran pilares importantes en la cotidianidad; la preocupación permanente por la inestabilidad económica, el sentir que la vida y las obligaciones continúan y ya no se cuenta con los recursos para hacerles frente.
Especialmente en las mujeres, aparece constantemente el concepto de la carga mental (ese trabajo invisible y muy poco valorado que implica la administración de todas las tareas adquiridas). Desde ahí las mujeres no solo trabajamos ya sea fuera o dentro del hogar, si no que también asumimos la mayor parte de las tareas domésticas, de cuidado (niños, enfermos, adultos mayores, mascotas), acciones asociadas a instituciones (ser apoderada, perteneciente a la junta de vecinos, cuidar de amigos de los hijos, hacer favores a otros, entre muchos otros roles). Y todo ello de por sí trae un nivel de estrés a nuestras vidas, el que ha aumentado de manera considerable ante un escenario que nos sacó de la rutina y nos trajo interrogantes, inseguridad y muy pocas certezas.
Cabe agregar que a los síntomas iniciales antes mencionados se agregan situaciones propias de la pandemia que complejizan el panorama, como, por ejemplo, vivir un duelo por la muerte de un cercano. O el mero hecho de ante la desocupación inicial, tener tiempo para evaluar la propia vida en distintas dimensiones; o el estar en casa con la familia y que, dinámicas disfuncionales que eran soportables en la rutina, se vuelven relevantes e insoportables en el encierro. Esto último también generó muchas crisis de pareja, cuestionamientos respecto a sus propias maternidades, incluso a identificar situaciones de violencia o maltrato que no eran conscientes antes de la pandemia”.
¿Cómo se pueden reflejar o identificar esos estados o situaciones en el día a día? Muchas mujeres no tienen presente que pueden estar exprimentando síntomas en relación a la salud mental porque nunca antes lo vivieron.
-“Creo que las mujeres en general tenemos la capacidad de estar conectadas con nuestras emociones. Si bien, hay ciertos mandatos sociales o prejuicios asociados a las mujeres o a lo femenino, que a veces obstaculizan el poder determinar que es lo esperable y que no lo es ; por ejemplo que la mujeres lloramos mucho o que somos emocionales y expresamos todo el tiempo lo que sentimos casi de manera inevitable; es complejo definir que es lo ´normal´ y que no lo es. Esto es algo tramposo porque estamos viviendo un escenario nuevo y desconocido, por lo que hay muchas reacciones que estan dentro de lo que se espera que puedan presentarse y que no serían normales previo a la pandemia. Desde mi perspectiva, creo que es importante tomar acciones cuando los síntomas se han mantenido en el tiempo, o cuando nos sentimos sobrepasadas y ya es necesario buscar ayuda externa.
En lo cotidiano, el llorar constantemente o estar muy irritable o tan cansada que dejaste de hacer muchas de las actividades que hacías antes sin dificultad (higiene personal, alimentación, horas adecuadas de sueño, trabajar) siempre son un indicador de que se puede estar gestando un trastorno. Especiamente considerando que llevamos un año y medio de pandemia. Si esto se presentaba al inicio, muchos de esos síntomas estaban dentro de lo esperado, para lo potencialmente traumático que pudo ser la cuarentena y el fenómeno en sí.
La pérdida de la salud mental en general se mide de acuerdo al deterioro funcional; es decir la pérdida de la capacidad de desarrollar ciertas actividades, ya sea trabajar, cumplir en las relaciones interpersonales, hasta perder la capacidad de hacerte cargo de ti misma. Por lo que las preguntas que deberíamos hacernos serían: ¿Cuánto he dejado de hacer respecto al tiempo previo a la pandemia? Y ¿Cúanto de lo que de dejado de realizar lo considero un desmedro en mi calidad de vida actual?”.
¿Hay hábitos o conductas que, sin quererlo, aumentan los síntomas que dañan la salud mental? Por ejemplo, ver muchas noticias tristes o de problemas, no realizar actividades de ocio, etc.
-“Efectivamente, dentro de lo que podemos controlar en nuestro escenario actual, hay conductas que aumentan la angustia, la ansiedad y el estrés y otras que ayudan a manejarlos y disminuirlos.
Creo que la alta exposición a noticias asociadas a la pandemia y a las consecuencias de ésta siempre nos van a hacer conectarnos con las emociones asociadas a ella. Todas las decisiones que tomamos que no van orientadas a nuestro autocuidado, de alguna manera van en contra de nuestra salud integral (mala alimentación, sacrificar horas de sueño por ver televisión, muchas horas frente a pantallas, etc).
Creo que es difícil hacer un recetario de los buenos hábitos porque los escenario de las mujeres son tan diversos que en muchos casos hay acciones que de verdad son poco posibles para ellas debido a la alta carga de actividad que tienen. Y también aparecen ciertas creencias, propuestas socialmente, que hacen que las mujeres seamos altamente autoexigentes, como la idea de que somos multitarea y podemos hacer muchas cosas a la vez; mandato que nos obliga a rendir todo el tiempo y no disponer de espacios para nosotras, siendo lo último en nuestra lista de prioridades”.
¿Qué recomendaciones generales podría otorgar para ir fortaleciendo la salud mental en este contexto?
-“Creo que una de las cosas que pueden ayudarnos a las mujeres es retomar las redes de apoyo, poder descansar en otro; ya sea una amiga que te escuche, un familiar que te cuide a tus niños unas horas, la sensación de no estar sola, de poder contar con alguien.
Conductas de autocuidado en general: mantener la alimentación más saludable que podamos tener, dormir la mayor cantidad de horas que podamos, hacer algún que otro cambio en nuestra rutina que cuente como actividad física. Todas esas cosas nos van a otorgar la sensación de control en nuestra vida, que creo que es algo que la pandemia y el encierro nos quitó por un tiempo.
También me gustaría plantear la importancia de cuestionarnos nuestra autoexigencia y la posibilidad de delegar o de lleno renunciar a ciertas obligaciones que no necesariamente son determinantes en nuestro día a día: elegir nuestras batallas, preguntarnos si es necesario hacer todo lo que hacemos, ponernos unos escalones más arriba en nuestra escala de prioridades, yo sé que hay muchísimas mujeres en situaciones complejas, con opciones limitadas, pero me gusta pensar que uno siempre tiene una cuota de poder respecto a su situación actual, y creo que aferrarse a eso es la balsa que puede ayudarnos a sobrevivir psicológicamente en el escenario actual”.
¿Cuándo es recomendable consultar a un profesional en la materia?
-“Como lo mencionaba anteriormente, cuando notamos la pérdida de funcionalidad: actividades que antes eran propias de la rutina hoy se vuelven difíciles de realizar; cuando notamos que la administración de nuestras emociones se ha salido de nuestro control; que nuestras relaciones interpersonales (con la pareja, los hijos, los amigos, los compañeros de trabajo) se están viendo afectadas negativamente por nuestro estado de ánimo; creo que es importante buscar ayuda de un profesional.
Considero que todas nos veríamos beneficiadas con un apoyo psicológico, así que si pueden acceder a ello, no duden en buscarlo; no tiene por qué ser un proceso largo, pueden ser unas cuantas sesiones que ayuden a descomprimir las emociones que nos ha generado la pandemia”.
Este reportaje se enmarca en la ejecución del proyecto “Recomendaciones para la salud mental a un año de la pandemia”, que es financiado por el Fondo de Medios de Comunicación Social del Ministerio Secretaría General de Gobierno.