Qué importante pregunta y qué poco nos enfocamos en ella. Pasamos nuestra vida pensando en el próximo objetivo o meta que nos gustaría alcanzar, en aquello que, pensamos, nos dará la tan anhelada felicidad.
No obstante, pocas veces nos dedicamos a reflexionar sobre lo que verdaderamente nos llena el alma, aquello que nos inspira y nos da la energía para levantarnos y vivir cada día, para entregar todo nuestro potencial en beneficio de esa labor.
Y esto tiene que ver con que, desde muy pequeños, escuchamos que lo importante de la vida era ir cumpliendo metas. Primero, hablar y caminar, tener un peso adecuado a nuestra edad, ser buenos niños y niñas, ser obedientes con los mayores, no dar problemas. Luego, ir al jardín infantil, al colegio, sacar buenas notas, ojalá ser un estudiante sobresaliente y, nuevamente, no dar problemas.
Así llegamos a la adolescencia y a la adultez, prácticamente cumpliendo una serie de normas establecidas y con muy pocas instancias para conectar con nosotros mismos, para ver si el rumbo que estamos tomando es el que verdaderamente queremos o está inspirado en tener más recursos económicos, en complacer a nuestra familia o simplemente porque es ‘lo que me tocó’.
Las casualidades no existen y el camino que hemos elegido es siempre el correcto para nuestro mejor aprendizaje y evolución, pero nunca es tarde para preguntarnos si lo que hemos elegido realmente nos llena el alma, nos conecta con ese estado de plenitud que merecemos experimentar para vivir una vida feliz.
Y no se trata de que cambiemos drásticamente el rumbo de nuestra vida, pero sí podríamos reflexionar sobre cómo estamos aportando, desde nuestra posición, a un mundo mejor. Y ¿cómo se relaciona esto con nuestra felicidad? Porque cuando vivimos desde el victimismo de ‘lo que nos tocó’, o desde la frustración de tener que cumplir con labores que no nos gustan, nos convertimos en personas tristes, amargadas y que vamos por la vida traspasando ese enojo a todo nuestro entorno.
Por otro lado, cuando reflexionamos sobre nuestra vida, cuando conectamos con ese propósito profundo que nos inspira a realizar y realizarnos desde el entusiasmo, porque va más allá de una meta u objetivo, estamos en paz, en plenitud, en gratitud, y eso también se expande y se contagia. De esa forma, no sólo con nuestras acciones, sino también con nuestra energía, podemos contribuir a un mundo mejor, un mundo conectado con la paz, e inspirar a que otros se sumen a esta nueva forma de ver la vida.
Por Carolina Ruiz
Periodista y Coach Comunicacional, Máster Programación Neurolingüística,
Máster Mujeres Conscientes, Guía de Mindfulness, Terapeuta Transgeneracional Evolutivo. IG.
@cra.terapiasycoaching