diciembre 8, 2024

Apego, vínculo y crianza

“El apego, el vínculo y la crianza están de moda. La alta difusión de estas temáticas en los medios de comunicación ha logrado una receptividad a tal punto que paulatinamente ha ido modificando y transformando el sentido común respecto a cómo se debe criar a un hijo”.

Conocidas son expresiones tales como: “hay que dejarlo llorar hasta que se calme”, “a mí me pegaban si les faltaba el respeto (a los padres) y no tengo ninguna secuela ni trauma”, “los niños son manipuladores”, “hay que demostrar autoridad sino los niños te pasan a llevar”, y así sucesivamente. ¿Cuál es el factor común de todas estas afirmaciones? El hecho de que para modificar un comportamiento el único modo de intervención es el condicionamiento, es decir, si al bebé lo dejo llorando solo, eso lo hará más fuerte emocionalmente para cuando sea más grande; si al niño lo castigo, él me responderá con miedo y después entenderá que debe comportarse con respeto. Actúa de una forma específica y obtendrás resultados esperados, si pudiéramos condensar todo esto en una sola frase.

Ante esta línea de pensamiento, la psicología se apropiará de la biología evolutiva para responder que un bebé (o un niño, joven o adulto) no es meramente un “receptor de estímulos”, sino que más bien es un ser vivo que, a partir de su estructura biológica, intentará en cada momento crear y determinar las condiciones de adaptación a su ambiente. ¿Y cómo es que lo hace? A través de la expresión de sus emociones, o más específicamente, por medio de la conducta de apego.

Vamos a definir aquí al apego como un mecanismo de supervivencia emocionalmente autorregulado, es decir, que en todo momento intenta encontrar el equilibrio. Este despliegue de conductas es más notorio en situaciones de inestabilidad, pues en los momentos en que el bebé se desregula, su sistema de apego está trabajando a full para reordenarse. Por ejemplo, el llanto o el enojo del bebé es la manera particular que tiene de “pedir” que sea contenido y no es solamente una “maña” o una conducta que debe ser únicamente condicionada. Por lo tanto, vamos a decir que cada expresión emocional de un bebé es también una manera de comunicarse y de pedir ser atendido, ya que inevitablemente necesita de sus cuidadores para poder regularse de manera segura, estable y confiable.

Entendiendo el apego como la conducta del bebé para encontrar el equilibrio y como un modo de “pedir ayuda y cooperación”, es que podemos entender el concepto de crianza respetuosa. Una crianza respetuosa implica el modo en que los cuidadores primarios atienden, captan y regulan incondicionalmente las necesidades emergentes del hijo. Lo anterior implica el hecho de asumir una responsabilidad inmensa, pues la biología recalca y resalta que un niño con apego seguro es el hito evolutivo esperado para que posteriormente se desarrolle de manera sana en la infancia, adolescencia y adultez.

Ahora bien, si la biología pone de manifiesto el deber ético que tienen los padres de criar de manera respetuosa a sus hijos, aún queda un terreno que, dado sus límites como ciencia, no puede tocar: ese es el dominio de la vida humana, dominio que se vive día a día en el hacer. En la próxima columna veremos cómo podemos hacer dialogar a la psicología evolutiva, que nos deja la vara altísima en términos de qué hacer para criar sanamente a un hijo, con la psicología de la vida, que trata de indagar sobre el modo en cómo nosotros hacemos lo que hacemos en nuestro día a día.

El psicólogo Ignacio Vera, atiende a padres y cuidadores que desean implementar técnicas respetuosas en la crianza de sus hijos.

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