«Desde 2018, cada sábado se comparte un espacio gratuito de deporte y encuentro donde niños con discapacidad y sus familias aprenden y disfrutan juntos, gracias al proyecto liderado por Óscar Soto De La Fuente, que ha logrado generar una instancia de compromiso y apoyo mutuo entre los asistentes”.
En Magallanes, cada sábado se vive una historia distinta, de esfuerzo, sonrisas y empatía. Desde 2018, la Escuelita Inclusiva de Futsal Magallanes ha abierto un espacio único para que niños y niñas con discapacidad encuentren en el deporte mucho más que actividad física: aquí conocen la amistad, la autoestima y la certeza de que son parte de una comunidad que los valora tal cual son.
Detrás de este proyecto está Óscar Soto De La Fuente, entrenador de futsal que un día decidió dejar de lado la competencia para dar vida a una iniciativa pionera en la región. “Lejos, es el proyecto más hermoso de mi vida”, reconoce. Su convicción es simple pero poderosa: el deporte debe ser para todos, sin barreras ni exclusiones.
Un lugar donde todos son iguales
Para las familias, la escuelita es un refugio. María Ester Balcázar, mamá de Aranxa, lo resume así: “Ellos siempre están un poco discriminados porque no siempre pueden hacer lo mismo que otros niños. Pero acá no, acá todos son iguales. Se incentivan entre ellos, se ayudan y se forma una empatía única”.
Esa misma experiencia comparte Lilian Navarro, mamá de Franco, un niño con diagnóstico TEA: “Este espacio es acompañamiento, no solo para nuestros hijos, también para nosotros como padres. Ellos aquí se hacen visibles y nosotros aprendemos a sostenernos mutuamente. Cuando llegan los días difíciles, la rutina del sábado nos devuelve la fuerza y la esperanza”.
Aunque se llama “Escuelita de Futsal”, las actividades van más allá de la cancha: se trabaja en acondicionamiento físico, estimulación cognitiva y habilidades sociales. Todo se adapta a cada niño, respetando sus tiempos y capacidades.
Vencer miedos y abrir caminos
El temor al rechazo es algo con lo que muchas familias conviven. Sara del Río, mamá de Sofía, lo vivió en carne propia:
“Me costó atreverme a mandar el mensaje para preguntar si podían aceptar a mi hija. Pero cuando llegamos, nos recibieron con amor. Sofía cuenta los días para que llegue el sábado. A otros papás les diría que se saquen los miedos, porque aquí a los niños los tratan como uno sueña que los traten”.
El impacto se refleja también en aprendizajes de vida. Ángel Ovalle, que participa hace siete años, ha descubierto junto a sus compañeros la importancia del respeto y la convivencia. Su mamá, Patricia Pincón, reconoce que la escuelita le ha permitido crecer en lo deportivo y en lo humano, a pesar de sus desafíos de salud que han sido muchos durante su vida.
Inclusión que trasciende fronteras
La escuelita no se queda solo en Punta Arenas. Los niños han tenido la posibilidad de competir en otras regiones e incluso en campeonatos internacionales como un sudamericano.
El próximo 28, 29 y 30 de noviembre esperan viajar a Santiago para participar en los Juegos Deportivos Down, desafío que también implica la recaudación de recursos, pero se realiza el esfuerzo porque es otorgarle a los niños y niñas recuerdos y aprendizajes que los acompañarán toda la vida.
Todo esto ha sido posible gracias al esfuerzo incansable de Óscar y a la solidaridad de amigos y colaboradores que donan pasajes, implementos y recursos para mantener vivo el proyecto. Toda apoyo es bienvenido porque, aunque la escuelita es gratuita, los costos son altos y las familias enfrentan realidades difíciles. “Detrás de la discapacidad, el costo lo lleva la familia. Por eso mi política es que los niños no paguen nada, pero que siempre exista responsabilidad y respeto con asistir a las clases”, enfatiza Óscar.
Un proyecto que transforma
Hoy, la Escuelita Inclusiva de Futsal Magallanes es más que un taller deportivo: es una red de apoyo, un lugar de encuentro y un espacio donde cada niño tiene la oportunidad de brillar. Para sus familias, representa la certeza de que la inclusión es posible cuando existe voluntad y compromiso.
Lo que comenzó como el sueño de un entrenador se ha convertido en un motor de cambio social en la región. Y cada sábado, en la cancha, se vuelve a comprobar: la inclusión se construye con amor, disciplina y comunidad.
Un llamado a la sociedad
La escuelita se sostiene gracias a la generosidad y el esfuerzo colectivo. Por eso, la invitación es a que la comunidad se sume, difunda y apoye este proyecto, para que más niños y niñas tengan la posibilidad de vivir experiencias únicas y para que las familias sigan encontrando en este espacio un motivo de esperanza.
Porque la inclusión no es un discurso, es una acción. Y en la Escuelita Inclusiva de Futsal Magallanes se vive cada semana.
Sofía Cárdenas del Río, tiene 8 años, y asiste a la Escuelita Inclusiva de Futsal hace un año.


Si bien su diagnóstico es Síndrome de Regresión Caudal, es decir, presentó problemas en el desarrollo de su columna vertebral, ella reconoce que es feliz jugando básquetbol. “Me gusta venir los sábado porque puedo jugar básquetbol, y también hacer movimientos con la cinta de gimnasia”, cuenta Sofía.
Su mamá, Sara, afirma que Sofía pregunta en la semana cuánto falta para el sábado, porque “en las clases se entretiene, aprende y logra cosas que quizás sin el deporte no lo lograría. Estamos muy contentos con esta oportunidad que nos ofrece la escuelita”.


