«Entre defensas sólidas y ataques coordinados, las jóvenes deportistas aprenden que la verdadera victoria está en el esfuerzo, la disciplina y el compañerismo que se construyen dentro y fuera de la cancha”.
Todas las semanas, un grupo de niñas, jóvenes y adultas se reúnen a hacer lo que más le gusta: jugar balonmano. Pero no se trata solo de jugar, se trata de entrenar para superarse, para ser mejores deportistas y personas.
Eso es parte de lo que promueve el Club de Balonmano Caiquén, que se ha convertido en un ejemplo de trabajo serio, compromiso deportivo y formación integral. Más que un espacio para aprender a lanzar o defender, Caiquén es una familia que busca formar personas tolerantes, responsables y con espíritu de superación.
Fundado por Carlos Pacheco, Daniela Vásquez, Guillermo Aguirre y Ángel Jofré, todos amantes del balonmano y exjugadores con experiencia en competencias regionales y nacionales, el club nació con la idea de ofrecer una alternativa sólida y apasionada para quienes deseen aprender y desarrollarse en esta disciplina. En tan solo dos años, el esfuerzo y la dedicación de sus fundadores han permitido que el club cuente con deportistas destacados, especialmente en la rama femenina, la cual ha crecido notablemente tanto en número como en nivel competitivo.




El trabajo de formación en Caiquén comienza desde las categorías más pequeñas: mini, infantil, cadetes, juveniles y adultos, donde cada entrenamiento es una oportunidad para aprender no solo técnica y desplazamiento en la cancha, sino también valores. Uno de los principios que más se refuerza en el club es que el deporte no siempre significa ganar, sino aprender del esfuerzo, de la constancia y de las derrotas.
El entrenador Carlos Pacheco ha puesto especial atención en este aspecto. Para él, tan importante como enseñar la técnica del pase o el lanzamiento, es cuidar el aspecto emocional de sus jugadoras y jugadores. “La templanza y la humildad deben representar a nuestros equipos”, recalca, convencido de que el crecimiento personal es tan esencial como el deportivo.
El balonmano chileno vive un momento de expansión y competitividad, y Caiquén ha sabido estar a la altura. Enfrentarse a clubes del país es un desafío constante que impulsa a las jóvenes deportistas a dar lo mejor de sí, a entrenar con disciplina y a soñar con llegar cada vez más lejos.

Una de las historias que reflejan el espíritu del club es la de Emilia Ahumada Arenas, de 12 años, jugadora de la rama femenina. Su vínculo con el balonmano comenzó por influencia familiar:
“Mi hermano ya hacía deporte y era ‘Promesa Chile’ en balonmano. Yo no hacía ningún otro deporte, así que decidí meterme también. Al principio me frustraba mucho, pero con el tiempo me fui acostumbrando y aprendí que no siempre se gana”.
Esa enseñanza marcó un antes y un después en su vida. Hoy, Emilia no solo ha mejorado en la cancha, sino también en su organización personal:
“Antes no hacía casi nada en la tarde, pero ahora sé que después del colegio tengo que comer algo, hacer mis tareas y prepararme para entrenar. Aprendí a programar mi tiempo”.
Su esfuerzo la llevó a ser seleccionada nuevamente en Promesas Chile, un reconocimiento que la llena de orgullo y emoción.“Fui a la prueba otra vez porque ya jugaba mejor. Vi la oportunidad y quedé. Me emocionó mucho porque antes no jugaba tanto, y ahora me siento más preparada. Mis amigas dicen que paso entrenando, pero a mí me gusta estar acá”.
Emilia sueña con llegar a la selección chilena, aunque reconoce que a veces le cuesta creérselo. Sin embargo, su mensaje a otros niños y niñas es claro.
“Cualquier deporte te ayuda mucho en lo físico y en la mentalidad. Aprendes a perder, sabes que no siempre vas a ganar, y eso te enseña a seguir adelante hasta conseguirlo”.
El Club de Balonmano Caiquén es, en definitiva, un ejemplo de pasión y formación integral. Con trabajo serio, entrenadores comprometidos y jóvenes entusiastas como Emilia, el balonmano magallánico tiene un futuro prometedor. Porque en Caiquén, más que formar jugadores, se forman personas con valores, sueños y la convicción de que el esfuerzo siempre vale la pena.


