La Vitamina D es un compuesto orgánico que en nuestro cuerpo se almacena en tejidos grasos y el hígado, siendo obtenida en gran medida gracias a la exposición de la piel a la luz solar (80 – 90 %) y en menor proporción a través de la alimentación (10 – 20 %). Una de las funciones más reconocidas para esta sustancia tiene que ver con la formación y crecimiento normal de los huesos, pero más recientemente se ha resaltado su importancia sobre otros procesos vitales, como el correcto funcionamiento del sistema inmune, el sistema nervioso, la fertilidad e incluso en el metabolismo de carbohidratos. La capacidad para sintetizar Vitamina D es variable, dependiendo de factores como la edad (menor en edades avanzadas), el tipo de piel (fototipos más altos requieren mayor exposición solar) y la protección solar (reduce la síntesis dérmica).
Diversos estudios han dado cuenta de las deficiencias de Vitamina D en muchos grupos de la población, considerándose como factores detonantes la forma y duración de la exposición al sol, así como el uso de protectores solares, que hacen complejo el alcanzar niveles adecuados de esta vitamina incluso en lugares donde el clima favorece una exposición con mayor frecuencia, siendo especialmente preocupante el hecho de que en los estados carenciales iniciales no suelen aparecer síntomas evidentes y aún si estos se mantienen, solo suelen dan lugar a síntomas inespecíficos (cansancio, debilidad muscular o dolor).
En el tratamiento del déficit la dosificación de Vitamina D dependerá de su gravedad y los requerimientos del grupo poblacional afectado, pudiendo establecerse un manejo a través de la alimentación o mediante suplementos específicos. En lo referente a la alimentación, se pueden encontrar buenos aportes de Vitamina D en pescados grasos como el salmón o el atún, también existiendo alimentos fortificados. En cuanto a los suplementos, se suelen desarrollar formulaciones aceitosas para optimizar la absorción, recomendándose aquellas que permitan ajustar las dosis idóneas para el paciente. Si bien se puede acomodar la periodicidad de uso a diversas necesidades (desde diaria a mensual), el consumo diario, al ser más fisiológico, se considera óptimo. Ante la sospecha de un déficit de esta vitamina esencial para el funcionamiento del organismo, el médico podrá solicitar exámenes que permiten extrapolar los niveles de Vitamina D en sangre, identificando la existencia y gravedad del déficit, lo que permite definir los pasos terapéuticos a seguir.
Se identifican algunos grupos de la población donde puede ser más recomendable la suplementación con Vitamina D, pero independiente a lo anterior será importante acudir a un profesional que pueda ratificar el déficit y seleccionar el suplemento más adecuado.
• Mujeres próximas o en edad menopáusica.
• Osteoporosis asociada al envejecimiento.
• Trastornos del ciclo menstrual.
• Recuperación post fracturas óseas.
• Reducción de la fertilidad.
• Embarazo.
• Desarrollo y crecimiento infanto-juvenil.
• Trastornos asociados a baja actividad inmunitaria.
Por LUIS GONZÁLEZ BURGOS
Químico Farmacéutico, Ms. Tox. Escuela de Medicina Universidad de Magallanes