La resequedad de la piel es una condición de origen multifactorial que puede aparecer en cualquier época del año, pero ciertas condiciones propias de la temporada invernal son determinante común para su desarrollo. Aunque se cree que el contacto con el agua y la humedad ambiental favorecen la hidratación de la piel, el entorno frío o húmedo propios del invierno pueden dar lugar a escenarios tan perjudiciales como los asociados a la temporada estival.
Aunque los efectos varían de acuerdo a las particularidades del clima local y el paciente, de forma directa el frío excesivo afecta a los capilares de la piel, determinando una menor irrigación sanguínea, con menor aporte de oxígeno y nutrientes, dificultando la protección y regeneración de las células dérmicas. Esto se puede ver potenciado por una baja humedad ambiental o la sequedad inducida por la exposición al viento. Por otra parte, en la época invernal es común que la gente pase más tiempo en espacios cerrados donde se utilizan equipos de calefacción (ej: estufas) que consumen la humedad ambiental, favoreciendo la resequedad y exposición a cambios bruscos de temperatura que nuestra piel resiente.
Entonces, para protegernos durante el invierno será conveniente establecer una serie de medidas:
• Evitar la exposición excesiva al frío y el viento utilizando prendas de abrigo adecuadas, evitando las fibras sintéticas, que también afectan la hidratación de la piel.
• Consumir un volumen adecuado de agua para mantener una correcta hidratación sistémica, incorporando a la dieta alimentos ricos en vitamina C y antioxidantes.
• Hidratar la piel después del baño con una crema emoliente, reforzando esta acción en zonas más expuestas.
• Mantener la protección solar de la piel, especialmente si hay nieve.
• Evitar cambios bruscos de temperatura, mantener una buena ventilación y considerar el uso de humidificadores para restablecer las condiciones del aire en espacios interiores calefaccionados.
• Evitar la higiene excesiva con productos irritantes para la piel.
Sobre la elección de un tratamiento hidratante, existe una variedad de productos con diversos principios activos potencialmente beneficiosos, donde resulta fundamental una valoración dermatológica individual para elegir lo más acorde a nuestras necesidades. No obstante, a lo anterior hay que sumar que algunas personas presentan pieles más propensas a la resequedad, por lo que será importante consultar a un profesional competente en el área conforme la condición persista pese a las correcciones ambientales y hábitos de vida.

Por LUIS GONZÁLEZ BURGOS
Químico Farmacéutico, Ms. Tox. – Escuela de Medicina Universidad de Magallanes