La alergia se define como una reacción de hipersensibilidad que puede desarrollar nuestro sistema inmune para proteger al organismo frente a sustancias extrañas, expresándose en cualquier momento de la vida, usualmente mediante síntomas respiratorios, dermatológicos u oftalmológicos de variable intensidad.
Pese a que aún es común hablar de “Alergias estacionales”, una serie de factores, como la introducción de especies de alto potencial alergénico, la contaminación ambiental y los cambios en los patrones climáticos, han propiciado que estos cuadros surjan indiferentemente a la época del año, al favorecer procesos de sensibilización y el desarrollo de polialergias, generando confusión en el paciente, que puede asociar sus síntomas a otros problemas, como el resfrío o la gripe.
De ahí a que el rol del paciente sea relevante para orientar el diagnóstico, pues más allá de la expertise profesional, él es quien puede identificar el contexto en el que se da su sintomatología y si existe contacto habitual con sustancias asociadas a trastornos alérgicos.
Si bien la recomendación general promueve evitar el contacto con el alérgeno, al no ser esto siempre posible, el uso de Antihistamínicos suele ser de primera línea, considerando que pueden bloquear el desarrollo de la mayoría de los síntomas de la alergia, resultando óptimo su administración previo a la exposición a los alérgenos, seleccionándose una de las múltiples alternativas de acuerdo a la potencia y seguridad que requiera cada paciente.
En lo que refiere a agentes vasoconstrictores, útiles como descongestionantes nasales y oftálmicos, su uso debe limitarse a cuando sean imprescindibles, ya que pese a generar un alivio rápido, el acostumbrarse a ellos puede acarrear complicaciones, reconociéndose como mejor opción a largo plazo el uso de soluciones salinas para limpieza nasal o lágrimas artificiales, las que pueden utilizarse más frecuentemente y con menos efectos adversos.
También se reconoce que los corticoides, de uso local o sistémico, pueden ser altamente eficaces en el control sintomático, pero sus efectos adversos a mediano y largo plazo son de cuidado, por lo que no se debe abusar de ellos y remitir su uso estrictamente a las indicaciones del especialista.
Por último, en el ámbito fitoterapéutico se reconoce la existencia de variados compuestos antihistamínicos o inmunomoduladores naturales, los que, pese a su amplio margen de seguridad, deben utilizarse en función de que no obstaculicen el manejo farmacológico vigente.

Por LUIS GONZÁLEZ BURGOS
Químico Farmacéutico, Ms. Tox. – Escuela de Medicina Universidad de Magallanes