«Puede generar un dolor persistente que afecta la vida diaria. El Dr. Ramiro Fernández, jefe de Neurología del Hospital Clínico Magallanes, advierte sobre los síntomas, riesgos y la importancia de un diagnóstico y tratamiento precoz para evitar complicaciones”.
El herpes zóster es una enfermedad causada por el mismo virus que ocasiona la varicela: el virus varicela-zóster. La mayoría de las personas padecen la varicela en la infancia, siendo menos común en la edad adulta.
Después de recuperarse de esta infección viral que causa la varicela o “peste cristal” (con múltiples vesículas pruriginosas, es decir, que pican), el virus no desaparece completamente del cuerpo: permanece inactivo (latente) en los ganglios nerviosos, como si estuviera “dormido” durante años o incluso décadas.
En ciertas circunstancias, este virus se puede “activar” y causar una infección diferente: el herpes zóster. A diferencia de la varicela, que afecta de forma generalizada a todo el cuerpo, el zóster se presenta en una franja localizada de piel, que corresponde al territorio de un nervio (dermatoma) y va acompañado de dolor tipo quemante (urente) que puede ser muy intenso, afecta la calidad de vida y tiene una duración de meses, hasta años.
¿Quiénes tienen más riesgo?
El riesgo de desarrollar herpes zóster aumenta con la edad, especialmente a partir de los 50 años. Esto se debe a que el sistema inmunológico pierde eficacia con el paso del tiempo, facilitando la reactivación del virus.
Otros factores que favorecen su aparición incluyen:
• Enfermedades que afectan las defensas, como diabetes, cáncer o infección por VIH.
• Tratamientos inmunosupresores (corticoides, quimioterapia, medicamentos para trasplantes).
• Estrés físico o emocional intenso.
• Fatiga crónica o enfermedades graves recientes.

El herpes zóster es precisamente la manifestación local de esa reaparición que se produce cuando hay una disminución de la inmunidad celular. Puede ocurrir de forma natural por la edad o como consecuencia de tratamientos y/o enfermedades –por ejemplo, el cáncer– que provocan esta caída de las defensas. Esta reactivación tiene su máxima incidencia a partir de los 50 años, sin diferencias de sexo.
Síntomas típicos
El herpes zóster suele comenzar con una sensación de ardor, de piel quemada, hormigueo o dolor localizado en un área específica de la piel, muchas veces confundida con una irritación superficial. Unos días después, aparecen pequeñas ampollas o vesículas agrupadas, similares a las de la varicela, pero que siguen el recorrido de un nervio y solo afectan un lado del cuerpo o la cara. Las lesiones van cambiando de vesículas a costras a lo largo de los días, durando entre dos a cuatro semanas.
El dolor puede ser leve o muy intenso, al punto de dificultar el descanso y las actividades cotidianas, desencadenándose al tocar la piel o rozar con la ropa. En algunos casos, persiste después de que la piel ha sanado, generando una complicación llamada neuralgia postherpética, que puede prolongarse por meses o incluso años.
A veces la ubicación de las lesiones (nervio trigémino en la cara) puede afectar la córnea, por lo que se debe estar atento a este tipo de lesiones.
¿Es contagioso?
Las lesiones activas (vesículas) puede transmitir el virus a una persona que nunca haya tenido varicela ni haya sido vacunada contra ella, provocándole varicela o “peste cristal” (no zóster). Es por ello que las personas en fase activa del zóster deben evitar el contacto con otras personas, sobre todo con factores de riesgo de infectarse. Por eso se recomienda:
• Evitar el contacto directo con embarazadas sin inmunidad, recién nacidos y personas con defensas bajas.
• Mantener una higiene de manos frecuente.
Para prevenir
En los últimos años se ha desarrollado una vacuna contra el herpes zóster, que ha demostrado reducir significativamente el riesgo de presentarlo y de generar complicaciones como la neuralgia postherpética. Está especialmente indicada para mayores de 50 años, aunque en algunos casos se recomienda antes si existen condiciones de riesgo.
Además, mantener un estilo de vida saludable (alimentación equilibrada, ejercicio regular, control del estrés y dormir bien) ayuda a fortalecer el sistema inmune y disminuir la probabilidad de reactivación del virus.
Actuar rápido es clave
El herpes zóster en la etapa aguda se trata con medicamentos antivirales, que son mucho más efectivos si se inician dentro de las primeras 72 horas desde la aparición de las vesículas. También se pueden indicar analgésicos, antiinflamatorios y principalmente medicamentos específicos para el dolor neuropático (antineurálgicos). Esto disminuye el riesgo de la neuralgia postherpética que es tan molesta.
Es fundamental no rascar las lesiones y mantener la zona limpia y seca.
Si a pesar de los tratamientos se presenta neuralgia postherpética, es decir, dolor quemante en la piel recuperada o secuelas de las lesiones como hiperpigmentación, el paciente debe tratarse con antineurálgicos (fármacos orales), que se pueden usar en forma combinada. Si no funciona, se puede indicar infiltraciones locales con lidocaína o toxina botulínica, incluso ante la falla de las terapias se podrían realizar bloqueos neurales por anestesiólogos.
Como siempre en salud, la información es la mejor herramienta para protegerse. Si cumple con los factores de riesgo, consulte con su médico sobre la vacuna. Y recuerde que ante la presencia de los síntomas una consulta precoz es importante para un diagnóstico y el primer paso hacia una recuperación rápida y con menor riesgo de complicaciones.

Por Dr. Ramiro Fernández C.
Neurólogo – Jefe Neurología del Hospital Clínico Magallanes y docente de la carrera Medicina de la UMAG